No existe mayor revolución que nacer.

Pasar del vientre materno, de un espacio en el que el bebé es abrazado y mecido, en el que todas sus necesidades están cubiertas y donde no experimenta hambre, frío o dolor, a nacer.

Se acelera el corazón en cada contracción, el cuerpo de mamá se contrae y empuja hacia fuera acompañando el movimiento del bebé.

Cambiar de un medio líquido, en un estado de suspensión, a sentir cómo los pulmones se hinchan y empiezan a funcionar, notar la gravedad sobre el cuerpo, la luz, los sonidos, el olor de mamá y papá, también hambre y frío.

 

Crecimiento sensorial entre los 0 y 6 meses

El desarrollo y primeros aprendizajes y experiencias del bebé son puramente sensoriales. Lo que el bebé siente, la información que recibe a través de sus sentidos, tanto internos (hambre y saciedad, sueño, movimientos intestinales…), como externos (lo que ven sus ojos, lo que escucha, lo que siente su piel, lo que nota al tocar los objetos con sus manitas), va asentando la base sobre la que se desarrollarán todos sus aprendizajes posteriores.

Si llora porque siente hambre, y mamá o papá lo alimentan, y una vez saciada esa tremenda tormenta que sentía en su interior, percibe calma, comenzará a establecer una relación entre la sensación de hambre – el llanto – la succión nutritiva – y la saciedad y calma.

Igual ocurrirá con ese objeto brillante y atractivo, que suena cuando alarga la mano y logra tocarlo, que se mueve y le incita a girarse para atraparlo, y que cambia de color dependiendo de la perspectiva desde la que lo mire.

Los primeros tres o cuatro meses de la vida de un bebé están centrados en esos estímulos que provienen de su interior, en intentar adaptarse al mundo fuera del vientre de su mamá, en ajustar sus ritmos biológicos y circadianos, durmiendo gran parte del tiempo y comiendo en los ratos en los que permanece despierto.

Los brazos de mamá y papá serán su espacio natural

En esta etapa, el estímulo más interesante para el bebé es la cara de las personas que le cuidan, su voz cantándole suavecito, el contacto de su piel y los movimientos que le proporcionan cuando lo portean o acunan.

Sus posibilidades de moverse por sí mismo son muy escasas aun, porque casi toda su actividad está controlada por sus reflejos, que poco a poco irán madurando e integrándose para que pueda moverse voluntariamente, para perseguir y alcanzar esos estímulos que le llaman la atención.

Es a partir de los 3 meses cuando es muy interesante comenzar a colocar al bebé en el suelo, sobre una superficie firme y que no se arrugue ni hunda, para que le permita sentir bien su cuerpo y todas las partes de él sobre las que se apoya, porque eso le permitirá y le dará la motivación para comenzar a desplazarse.

La vista y el oído serán el motor que impulse el movimiento del bebé

Ahora comenzará a sentirse interesado por los objetos de colores contrastados y llamativos, brillantes o que se reflejen.

Poco a poco, además, va a poder empezar a agarrar y soltar a voluntad, y los objetos y juguetes texturados y que hagan sonidos cuando los manipule le van a ir ayudando a establecer esas relaciones causa – efecto.

Objetos fáciles de agarrar, que no pesen y que pueda llevar hacia su boca son muy interesantes. Si, además, al dejarlos sobre la superficie sobre la que él se encuentra, sobresalen de la misma, le animarán a voltearse para alcanzarlos.

Un poco más adelante, cuando el control de sus movimientos sea mayor y sus habilidades de manipulación más selectivas, el agarre de los objetos va modificándose, y el bebé podrá explorar elementos de diversas formas y tamaños, pasándolos primero de una mano a otra y, después, sosteniendo uno en cada mano para entrechocarlos y dejarlos caer, para después ir a por ellos.

Comienza así a aprender otra habilidad nueva que se desarrollará durante todo el primer año de su vida, se trata de la permanencia del objeto, y consiste en que el bebé descubre que, los objetos que se caen de sus manos y deja de ver, no desaparecen.

Ahora se pueden ofrecer juguetes algo más elaborados y que ofrezcan diferentes formas de agarrar y manipular, como cubiletes apilables o torres de aros. Éstos, además, se mueven por el suelo en una sola dirección y de forma no muy rápida, por lo que es fácil que el bebé se anime a intentar alcanzarlos cuando se le caigan o los suelte, volteando o iniciando el arrastre.

A partir de aquí, el ritmo en el que el bebé va a ir alcanzando hitos en su desarrollo motor y cognitivo, es vertiginoso, y todo seguirá cimentándose mediante la exploración a través de sus sentidos.

Nosotros, los adultos que le acompañamos, tenemos el papel de proporcionar un espacio estimulante para facilitar su desarrollo.

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Jéssica Romero Sánchez

Terapeuta Ocupacional

Experta en Desarrollo Infantil y Atención Temprana